Se denomina “ocio” (según la Real Academia Española) a la “cesación del trabajo”, a “la diversión reposada”.
A esa porción de “tiempo libre” (horas disponibles para emplear en acciones elegidas por propia voluntad y que satisfacen necesidades de bienestar y calidad de vida), con el sólo fin de sentir placer y disfrutar de la acción en sí misma, sin beneficios económicos. Es el tiempo de la gratificación, de la alegría de ser; libre de obligaciones, tiempo de fantasía y de goce.
Se lo concibe como un tiempo negativo en contraposición con el tiempo considerado positivo por redituable “de trabajo” que es el tiempo que obligadamente debemos destinar para satisfacer necesidades de supervivencia. Este tiempo que se destina a satisfacer los objetivos impuestos por el comprador / cliente.
Si nos remontamos a Grecia y Roma, ocio y trabajo se invierten en la escala de valores.
Para los griegos el ocio era el objetivo de una vida feliz.
Las actividades dedicadas al ocio significaban paz, tranquilidad, estudio, investigación; por ello constituían la finalidad de la educación. Para ellos, lo importante estaba en el ejercicio del ocio creativo pero no en el negocio (neg-ocio = no ocio). No en sentido de estar en contra del ocio sino aceptándolo como un complemento secundario. Aristóteles escribe así en “Política”: “La naturaleza humana misma busca no sólo el trabajar correctamente, sino también la capacidad de emplear bien el ocio. Este es, una vez más, el fundamento de
todo…”
Aristóteles también llega a la conclusión que con la facultad exclusiva del hombre de contemplar y pensar y luego asombrarse se activa la reflexión filosófica. La contemplación y el asombro provienen de los momentos ociosos.
En Roma, Séneca expone la actividad del ocio creativo como la contemplación inicial es nuestra actividad original ya que “…la naturaleza nos concedió un carácter curioso y consciente de su habilidad, y de su belleza; nos engendró como observadores de un magno espectáculo”. Otra razón sería que “mediante el ejercicio del ocio creativo renovamos nuestra percepción muchas veces bloqueada en el trajín cotidiano de la búsqueda de resultados…”
Este filósofo escribió un tratado en el cual el ocio aparece como una actitud fundamental para acceder a lasabiduría.
También Cicerón aconsejaba “Otium cum dignitatem”.
Si observamos el ritmo de nuestros días, advertimos que vivimos aceleradamente. La urgencia y la rapidez nos agobian a lo que se suman nuestras propias exigencias internas. La sociedad actual está caracterizada por la ansiedad.
Hoy vivimos en permanente carrera maratónica especulando en relación a las tareas a realizar, el dinero, en cómo ser el personaje exitoso, en cómo saber o conseguir más, se vive permanentemente en el más y mejor. Incansable e interminable competencia: Nos entrenamos para calificar, ganar, y seguir compitiendo, cada uno en el territorio en que se mueve…cada uno en relación a su nivel socio económico cultural.
Estar “a mil”, “a full”…es una característica propia de nuestros días y de nuestra sociedad no sólo aceptada, sino aplaudida. Esto que es sobrevalorado a nivel social, no tarda en mostrar sus consecuencias negativas de este estilo de vida: Insomnio, fatiga crónica, ataque de pánico, desórdenes digestivos, problemas circulatorios y cardiovasculares, alergias diversas, alteraciones del sistema nervioso en general.
El 40% de las personas que viven en las grandes ciudades del mundo sufren de depresión y el 50% de obesidad.
El estrés es el padecimiento de la modernidad; el germen de las llamadas enfermedades de la civilización, convertidas ya en epidemias.
Cuando la exigencia supera nuestros límites termina provocando bloqueos tanto físicos como emocionales, en lugar de promover el crecimiento y autosuperación.
Según una teoría que cuenta cada vez con mayor apoyo, el ser humano puede desarrollar estilos de vida saludables (salutogénicos, generadores de salud) o insalubres (patogénicos, causantes de enfermedad).
Si sumamos a esto que salud es un estado de vitalidad, alegría, ganas de vivir y de relaciones interpersonales
satisfactorias entre otras cosas (ya que la OMS define el estado de salud como “el completo bienestar físico, mental y social, y no meramente la ausencia de enfermedad”) se hace no solo conveniente…sino hasta necesario dedicar un tiempo para detenerse, relajarse, experimentar, divertirse, diversificarse. Un tiempo para “no competir”, para el enriquecimiento espiritual y sensitivo.
El ocio creativo permite conectarse con las sensaciones, con los sentidos, con la posibilidad de desestructurarse, de flexibilizarse y de romper con los moldes conocidos.
Entender al tiempo libre como tiempo para “otra productividad” posible… otro tipo de rentabilidad… para mejorar la calidad de vida y el bienestar que en definitiva es lo que se busca “ansiosamente” mediante diversos medios/métodos.
Si hacemos una síntesis de las ventajas de “permitirse” el ocio podemos destacar que:
. Es un buen ejercicio del uso de la libertad.
. Permite un espacio para la contemplación/observación.
. Estimula los sentidos.
. Favorece el despertar a nuevas sensaciones /emociones / elementos.
. Renueva la capacidad de asombro y percepción, y en consecuencia de la atención.
. Logra una apertura a lo diverso (diferente y múltiple) y/o al silencio.
. Permite el disfrute del momento sin presiones competitivas / mercantilistas, goce del momento en sí mismo. Por su valor propio.
. Propone detenerse para pensar y repensarse, favoreciendo la elaboración de hipótesis propias.
. Da espacio al desarrollo de la creatividad, permitiendo el desbloqueo mental.
. Propone desacelerar, bajando nuestro nivel de stress
Este acercamiento a la inspiración, intuición y reflexión enriquecerá la calidad de vida, nuestro accionar y en
consecuencia todos nuestros ámbitos de intervención.

 

Artículo de Gladys Sebastiao Victorino. Publicado por el Encuentro Latinoamericano de Diseño “Diseño en Palermo” Comunicaciones Académicas.